"Alguns moments de la història de la humanitat tenen una grandesa que, tot i que no serveixen per a redimir les barbaritats que han tacat i segueixen degradant les pàgines del llibre que escrivim cada dia, permeten mantenir encesa en el cor de les persones la flama de l'esperança i de l'optimisme, sense la qual la paraula 'futur' no tindria sentit. La Declaració Universal dels Drets Humans de 1948 és un d'aquests moments. És la millor demostració que, en essència, les persones segueixen sent capaces no només del pitjor, sinó també del millor."
Boutros Boutros-Ghali. Los derechos humanos en el siglo XXI. Ediciones Unesco / Icaria Editorial.
Article reproduït del Diario el Mundo:

El 5 de mayo de 1920, mientras la India seguía bajo el dominio de Reino Unido, nacía en Barcelona Ferrer, sin saber que su vida quedaría para siempre ligada a este país. Pero esto sucedió tres décadas más tarde de su nacimiento.

Antes, Vicente Ferrer vivió la experiencia implacable de la Guerra Civil Española. Fue llamado a filas republicanas cuando sólo tenía 17 años. Inmerso en la Quinta del Biberón, la 60ª División, estuvo en lo que algunos han descrito como una de las contiendas más sangrientas del conflicto, la batalla del Ebro. Cuenta Alberto Oliveras en su libro 'La revolución silenciosa', que allí descubrió un jovencísimo Vicente la verdadera crueldad del ser humano.

Después de la guerra, Ferrer comenzó sus estudios de Derecho con un ideal fijo en la cabeza, y que le acompañaría durante toda su vida, poder ayudar a los demás. Pero en el camino del estudiante se cruzó la Compañía de Jesús, orden que defendía todo por lo que Vicente Ferrer quería luchar en su vida: por construir un mundo mejor. Dejo los estudios y se hizo misionero.

Fue el 13 de febrero de 1952 cuando la vida del misionero jesuita se unió para siempre a las gentes de la India. Llegó al país asiático con el objetivo de completar su formación espiritual y, rápidamente, en Manmad entró en contacto con los más pobres, volcándose en iniciar su propia guerra: la guerra contra la pobreza y el dolor.

Una marcha forzada.

Su labor constante con los campesinos despertó la ira de la clase dirigente, que en 1968 le expulsaron del país. Ferrer fue testigo de cómo su apoyo a los más desfavorecidos era recíproco, de cómo se había ganado con su trabajo diario el respeto de miles de personas. A sólo dos días de tener que abandonar el país, más de 30.000 campesinos recorrieron 250 kilómetros entre Manmad y Mumbai para exigir justicia.

El misionero se despidió de la muchedumbre que decidió acompañarle al aeropuerto con una única frase: "Ya vuelvo... esperadme". Promesa que terminaría cumpliendo con la ayuda de Indira Gandhi. A su vuelta, sólo un estado indio estuvo dispuesto a acogerle: Andhra Pradesh. Se instaló en una tierra inhóspita y paupérrima, Anantapur, donde algunos políticos siguieron obstaculizándole el camino.

Lejos de rendirse, en 1970 Vicente Ferrer fundó Rural Development Trust (RDT), una organización para contribuir al desarrollo de Anantapur. Ese mismo año, el misionero abandonó la Compañía de Jesús y se casó con una periodista inglesa, Anne Perry.

Fue en 1996 cuando creó su propia fundación, la Fundación Vicente Ferrer, con la intención de dar una continuidad económica a su importante labor humanitaria en la India. En 1998, sus esfuerzos fueron reconocidos con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

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